Toc, toc

Hace no tanto dormía en esta cama y bastaba un toc, toc a la pared para saber que estabas ahí. Nos dábamos las buenas noches y esperabas paciente a que recorriera los escasos metros que separan tu puerta de la mía para que llegara a mi cama y te contestara desde aquí. Acabo de hacerlo mamá, mis nudillos acaban de impactar contra esta pared naranja y he contado las veces que lo han hecho, porque eran exactamente cuatro los toquecitos que nos dábamos. Tú sabías que estaba aquí cerquita y yo sabía que te sentías cuidada. Nos teníamos. Toc, toc, toc, toc. Toc, toc, toc, toc.

Toc, toc, toc, toc

Y créeme que pierdo poquísima energía echándote de menos. La uso toda pretendiendo ser ejemplar, queriendo ser tu legado, el regalo que tú habrías querido hacerle al mundo. Eras tan generosa, te quería tantísima gente y llenabas tantos corazones que siento que me faltará vida para hacer de mí y de ti. Pero te juro que me estimula a tope intentarlo. Me esfuerzo tanto, me sacrifico tanto por brillar y dar siempre mi 100% que a veces me pregunto qué sería de mí si estuvieras al otro lado de esa pared, si estuvierais al otro lado de esa pared, si este maldito y bonito hogar en el que fuimos tan felices no se me hiciera lo inmensamente grande que se me hace. Te lo prometí en nuestra despedida, cuando te apagaste entre mis brazos y al otro lado de esta pared estábamos tú y yo a solas. Y te lo prometí dos días después delante de toda la gente que te quiso y te quiere. Prometí ser fuerte y vivir por tres. Y sólo te escribo para decirte que lo estoy cumpliendo a medida que voy creciendo. Con más o menos acierto voy sumando esfuerzos y restándome concesiones. Y se me ha ocurrido que puedo llegar a ser lo especial que tú creías que era y hacer de mi vida y unas cuantas más algo más… En fin, ya encontraré la forma de concretar esta idea y poder sustituir los puntos suspensivos por algo que te haga sentir orgullosa. Quizá no estuvieras equivocada, cómo ibas a estarlo si fuiste tú quien hizo lo que soy.

Hoy he comido con la tía Lolita y sus zapatos me han recordado a ti, su voz me ha recordado a ti, todo aquí me recuerda a ti. Cuánto nos queríamos tú y yo, qué clásica era nuestra forma de necesitarnos. Qué protegido me sentía protegiéndote y qué intruso me siento ahora cuando abro la puerta de estos doscientos metros llenos de tanto y tan vacíos. Pero, ¿sabes por qué me permito llorar hoy después de tanto tiempo? Ni me acuerdo de la última vez. ¿Sabes por qué me pongo a repasar tus fotos y leo tus cartas? Hasta ahora llorar por ti habría sido poco menos que un drama y me habría ahogado. Ahora no. Lloro y respiro, no se acaba el aire. No hay vuelta atrás, no tengo miedo, ni un poco. Acerté a decidir la opción vivir. Decidí acertar y lo he hecho. Por eso vengo a esta casa y te hago toc, toc. Para que me oigas y sepas que nadie está más vivo que yo, que nadie tiene más ganas que yo, que nadie como yo está tan satisfecho por haber acertado en esto. Por eso lo hago, porque tengo asumido que tu repuesta ya no suena fuera de mí.

Lo que para ti fueron actos reflejos son ahora para mí actos pendientes. Y penden de un hilo que no se rompe. Nos tenemos. Toc, toc, toc, toc. Toc, toc, toc, toc.

 

Un pensamiento en “Toc, toc

Deja un comentario